Lámparas en las ventanas: La luz sueca que ahuyenta la oscuridad

Lámparas en las ventanas: La luz sueca que ahuyenta la oscuridad

En Suecia, donde las noches de invierno parecen no acabar nunca y los bosques susurran cuentos antiguos, las ventanas de las casas brillan con la luz suave de las lámparas. No es solo acogimiento; es una tradición con raíces en el folclore y en la lucha por sobrevivir al duro clima del norte. Las lámparas suecas en las ventanas son pequeños faros que llaman a casa y espantan a los espíritus de la penumbra.

Luz contra sombras: raíces folclóricas

Antiguamente, los suecos creían que en invierno, cuando el sol apenas asoma, los espíritus dominaban el mundo. El nøkken, un ser acuático con su melodía hipnótica, o los draugr, muertos vivientes, podían acercarse a las casas atraídos por el calor de los vivos. Para despistarlos o alejarlos, ponían velas y lámparas de aceite en los alféizares. Se decía que la luz era un regalo del tomte, el duende casero que protegía a la familia si le dejaban un plato de gachas. En las sagas se habla de los “fuegos en las ventanas” como señal de que el hogar estaba a salvo y los trolls pasarían de largo.

Con la llegada del cristianismo, la costumbre se mezcló con los adventljusstake —candelabros de Adviento—, pero el fondo sigue ahí: la luz en la ventana es vida, seguridad y esperanza.

Lámparas hoy: acogimiento, decoración y calles de cuento

Hoy las ventanas suecas son todo un arte. Las velas dieron paso a lámparas eléctricas: luces triangulares con siete bombillitas (un guiño al Adviento), estrellas de papel o vidrio colgando de cuerdas, y pantallas simples con luz cálida. Las colocan directamente en el alféizar, sin cortinas —a los suecos les flipa dejar las ventanas despejadas para compartir el calor con el mundo.

La decoración moderna le pone magia: junto a las lámparas aparecen renos de madera, arbolitos en miniatura, bolas de cristal. En invierno, esto convierte las calles en galerías de luz; cada casa parece una página de un cuento. Los suecos van más allá: adornan los alféizares con guirnaldas y a veces sacan lámparas al porche o las cuelgan bajo los aleros, haciendo que barrios enteros brillen. En ciudades como Gotemburgo o en aldeas junto a lagos, crea una atmósfera como si el tiempo se hubiera parado en una leyenda vieja.

Símbolo del alma sueca

Las lámparas en las ventanas son más que adornos. Son un saludo a los que pasan, un desafío al invierno eterno y un eco del folclore donde la luz vence a la oscuridad. Date un paseo al anochecer por una calle sueca y lo sentirás: esos destellos son como el aliento de la casa, susurrando: “Aquí hay calor, aquí hay vida”. ¿Y quién sabe? Puede que el tomte ande cerca, vigilando desde las sombras.