Comederos para pájaros y heno para alces: El amor sueco por los vecinos del bosque

Viviendo en Suecia, he notado algo que primero me sorprendiĂł y luego me derritiĂł el corazĂłn: los suecos quieren con locura cuidar de sus vecinos salvajes. En cada segunda ventana de las ciudades cuelgan comederos para pájaros —casitas de madera llenas de semillas donde carboneros y gorriones montan un festĂn—. Y en las aldeas, donde el bosque se pega a las casas, he visto cĂłmo la gente deja heno, sal e incluso manzanas para alces, ciervos y liebres. No es solo una costumbre; es parte del alma sueca, donde humanos y naturaleza conviven en una armonĂa flipante.
ÂżDe dĂłnde viene esto?
Esta tradiciĂłn tiene raĂces en la dura realidad escandinava. Los inviernos aquĂ son largos, la nieve es espesa y a los animales salvajes les cuesta encontrar comida. HistĂłricamente, los suecos, sobre todo los granjeros, daban de comer a pájaros y bestias para que no tocaran sus provisiones. Pero tambiĂ©n hay un rastro folclĂłrico: en los cuentos antiguos, los espĂritus del bosque —como el skogsrĂĄ o el tomte— bendecĂan a quienes compartĂan con la naturaleza. Las aves eran mensajeras de los dioses, y el alce, un sĂmbolo de fuerza y resistencia, casi sagrado para los saami, el pueblo indĂgena del norte.
SegĂşn la Sociedad OrnitolĂłgica Sueca, un 60% de los hogares del paĂs alimenta a los pájaros en invierno, y en las zonas rurales los granjeros dejan toneladas de heno para los ungulados cada año. Esto incluso está ligado al Allemansrätten, el “derecho de todos”, que enseña a respetar la naturaleza y a sus habitantes.
El invierno cobra vida
Cuando me mudĂ© a un pueblecito sueco, me alucinĂł ver cĂłmo cada mañana se juntaban invitados con plumas en las ventanas. Mi vecina, una señora mayor llamada Ingrid, colgĂł un comedero de abedul y echaba semillas todos los dĂas, diciendo: “Los pájaros son la voz del bosque”. Una semana despuĂ©s, yo mismo comprĂ© uno igual, y ahora mi alfĂ©izar es un escenario para los bailes de carboneros y jilgueros. Y una vez, paseando detrás del pueblo, me topĂ© con un montĂłn de heno con un cartel que ponĂa “För älgar” (“Para alces”). Un par de dĂas despuĂ©s, vi a un alce enorme masticando tranquilo el regalo, mientras unas liebres daban saltos cerca. ¡ParecĂa un plano de un cuento!
Cuidado y acogimiento
Hoy los comederos para pájaros no solo ayudan a la naturaleza, sino que son parte del diseño escandinavo. Los hacen de madera, los pintan en blanco o Faluröd, los decoran con detalles simples. En las ciudades cuelgan de ventanas y balcones; en las aldeas hay “comedores” enteros: postes con plataformas para semillas y nueces. Para los animales grandes, granjeros y guardabosques dejan heno, bloques de sal y hasta maĂz, sobre todo en reservas como el parque nacional de Tyresta.
Los suecos creen que si el bosque vive, el hombre tambiĂ©n. Y yo, un extranjero con ojos como platos, no puedo más que admirarlo. Ayer vi a un camachuelo picoteando pipas en mi ventana, mientras en el bosque se dibujaba la silueta de un ciervo junto a un montĂłn de heno. Es una pequeñez, pero hace que Suecia sea tan de verdad: un paĂs donde hasta las bestias y los pájaros se sienten en casa.