Allemansrätten: Por qué en Suecia la naturaleza es cosa de todos

Allemansrätten: Por qué en Suecia la naturaleza es cosa de todos

El Allemansrätten, que en sueco significa «el derecho de todos», no es solo una ley, sino algo así como un pacto tácito entre la gente y la naturaleza. Te permite a ti, seas de aquí o un forastero como yo, pasear libremente, coger bayas, setas, montar la tienda o simplemente respirar aire puro casi en cualquier sitio: bosques, campos, junto a lagos… La regla de oro es no fastidiar nada. Déjalo todo como estaba, arreglado y limpio.

Recuerdo la primera vez que un amigo sueco me habló de esto, mientras dábamos un paseo por un bosque cerca de Estocolmo. De repente, me suelta: «Venga, montamos la tienda aquí esta noche y hacemos una hoguera para asar unas patatas en las brasas». Yo, flipando, le digo: «¿En serio? ¿Que se puede acampar y encender fuego así como así?». Y sí, resulta que sí se puede. No es solo cosa de tiendas, es toda una filosofía de libertad y de estar cerca de la naturaleza. Antes vivía en España, donde estas cosas están controladísimas: no montas una tienda sin permiso ni en sueños, y de hogueras ni hablemos, que está prohibidísimo por el riesgo de incendios y las normas de propiedad privada. Aquí en Suecia, esa libertad me dejó con la boca abierta.


¿De dónde viene esto?

La historia del Allemansrätten se pierde en los tiempos antiguos de Suecia, cuando el país era todo campo y la vida dependía de la tierra. No había vallas ni fronteras claras; los campesinos, cazadores y pescadores se movían por bosques y prados para sacar algo de comer para sus familias. Era una época en que la naturaleza se veía como un bien de todos, no como el coto privado de alguien. Hay historiadores que dicen que esto viene ya de las costumbres medievales, cuando la tierra era del rey o de los nobles, pero la gente de a pie podía usarla para sobrevivir.
Oficialmente, el Allemansrätten no se metió en la constitución sueca hasta 1994, pero la tradición lleva siglos viva. Imagínate: hace cientos de años, los suecos ya se ponían de acuerdo en que el bosque y el río eran de todos. A mí me parece que eso refleja un respeto brutal por la naturaleza y entre ellos mismos. Al revés que en muchos sitios, donde la propiedad privada es sagrada, aquí en Suecia decidieron que poder disfrutar de la naturaleza vale más que cualquier cerca.

¿Cómo funciona hoy en día?

Hoy el Allemansrätten es parte del alma sueca. Puedes irte al bosque, plantar la tienda una noche (eso sí, no más de un día en el mismo sitio sin permiso del dueño del terreno), encender una fogata, pillar flores o setas… Pero hay límites: no rompas ramas, no dejes basura, no te arrimes demasiado a las casas ni estropees los cultivos. Es como si la naturaleza te invitara a su casa, pero te pide que te portes bien.

Yo, que soy inmigrante, todavía alucino con lo natural que es esto para los suecos. Una vez fui de excursión con unos compañeros del curro, y uno, mientras caminábamos, recogió un puñado de arándanos y los repartió con todos. Nadie pidió permiso, nadie miró atrás; es simplemente su forma de vivir. ¿Y sabes qué mola más? Que este derecho también vale para los turistas. O sea, yo, que vengo de fuera, puedo disfrutar del bosque igual que los que nacieron aquí. Eso es generosidad de la buena.

¿Por qué es importante para la sociedad?

Para los suecos, el Allemansrätten no es solo una comodidad, sino un símbolo de igualdad y libertad. Es como un recordatorio de que la naturaleza es de todos, no solo de los que tienen un montón de terreno en propiedad. En una sociedad donde la igualdad es un pilar básico, este derecho deja claro que disfrutar de la belleza del mundo no debería depender de tu posición social. A mí me parece que también es una manera de mantener el vínculo con la naturaleza en plena era tecnológica. Los suecos, con todo su rollo innovador, valoran un montón poder escaparse de la ciudad, oler a pino y sentirse parte de algo más grande.
Y luego está lo del confianza. Imagínate: en Suecia dan por hecho que no vas a dejar todo hecho un desastre ni a romper lo que no es tuyo. ¡Y funciona! No veo basura ni destrozos en los bosques; la gente recoge lo suyo y punto. ¿Será ese el secreto del buen rollo que siento aquí? Libertad, pero con responsabilidad.

¿Por qué me flipa esta tradición?

Habiendo vivido en varios países, puedo decir que el Allemansrätten es algo que echaba de menos sin saberlo. En las ciudades donde estuve antes, la naturaleza solía estar detrás de vallas, en parques con carteles de «Prohibido pisar el césped» o directamente fuera de alcance. Aquí, en cambio, me siento como un invitado bienvenido en el bosque, y esa sensación de libertad me llena el alma. A veces cojo el termo con café (¡sí, como ahora mismo!) y me planto junto al lago solo para sentarme y escuchar el silencio. Y cada vez pienso: «Qué guay que esto esté a mi alcance».

Selvas verdes en las casas suecas: Cómo Suecia dio vida a mi tradición familiar
Cuando llegué por primera vez a un pueblecito del sur de Suecia y alquilé una pequeña vivienda con ventanales enormes, me llamó la atención una cosa: las casas de los suecos son auténticos invernaderos. Hasta en los pisos más modestos, donde cada metro cuadrado cuenta, las ventanas están a reventar

Para mí, que soy de fuera, esto también es una forma de entender a los suecos. No van gritando lo mucho que quieren a la naturaleza; simplemente viven en paz con ella. El Allemansrätten me enseña a bajar el ritmo, a fijarme en las pequeñas cosas: el olor del musgo, el crujir de las hojas bajo los pies. Y quiero que quienes lean mi blog sientan ese calorcito, esa alegría tranquila que Suecia te regala con tradiciones como esta.

Con el tiempo, he pillado una costumbre bien maja que antes no tenía: recoger ramilletes de flores silvestres y hasta hierbajos mientras paseo por los bosques y campos suecos. Voy por el sendero, veo unos ranúnculos amarillos bien vivos o unas margaritas discretas, a veces incluso algo tan sencillo como trébol, y zas, ya tengo un pedacito de naturaleza en la mano. En casa los pongo en un vaso normal o en una botella vieja de champán, en la mesa del comedor o del curro, y le dan un toque tan acogedor al sitio… Es como si un trocito de bosque o de campo se viniera a vivir conmigo. Estos ramilletes, tan simples y llenos de vida, me recuerdan cómo Suecia te enseña a querer la belleza de las cosas pequeñas, y cada vez que los miro, me sale una sonrisa y siento el calor de este lugar.

Datos curiosos

No solo en Suecia: Hay tradiciones parecidas en Noruega y Finlandia, pero la versión sueca es la más conocida y la que está mejor definida.
Turistas alucinados: Mucha gente que viene de fuera flipa con que puedas meterte en un bosque y pasar la noche ahí sin saltarte ninguna ley. Un colega ruso hasta me preguntó: «¿Y dónde está el truco?»
La economía también gana: Gracias al Allemansrätten, el turismo en Suecia está que lo peta; la peña viene a hacer rutas, pescar, acampar…


Así que, amigos, mientras me termino este café tan rico a la orilla del lago y apunto cosas para este artículo, pienso: el Allemansrätten es como una invitación de Suecia para enamorarte aún más de ella. No va solo de paseos por el bosque, sino de cómo ven el mundo aquí: abierto, majo y al alcance de todos, sin vallas de por medio.

Lago Vitsjö. Un paseo acogedor